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Si las disculpas solucionaran conflictos...

Foto del escritor: carolinagamboa3carolinagamboa3

He estado reflexionando mucho durante los últimos días acerca del conflicto que recientemente escaló en la Franja de Gaza entre Israel y el grupo Hamás y lo que esto significa en las narrativas que usamos para evadir verdades difíciles y enfrentar la realidad desde perspectivas más amplias.


Más allá de hablar de la historia centenaria o incluso milenaria en la que recae este conflicto, me interesa explorar el poder de las narrativas que no sólo utilizan los medios de comunicación y los países; sino las narrativas que usamos los terrestres que vamos a la oficina o en el bus "comentando" acerca de lo que está pasando en el medio oriente, lo que le pasó a la competencia o lo que el político de turno está haciendo.


La narrativa de creerse conocedor


Los seres humanos tenemos la tendencia a creer que tenemos el conocimiento para opinar o hacer juicios basados en lo que "escuchamos decir" o lo que leemos en las noticias. Esta ilusión de tener la información está fundamentada en la capacidad de nuestro cerebro de llenar con información la información de la que no disponemos. La forma en que lo hace es recurriendo a memorias del pasado o a inferencias que muchas veces vienen programadas por nuestros sesgos cognitivos. Esta falsa "seguridad" no sólo nos ha permitido sobrevivir (porque el que no sabe se lo inventa) en entornos donde la impresión es más importante que la verdad; sino que nos ha llevado crear dinámicas sociales y organizacionales en las que la palabra escrita y hablada carece de fundamento. Un ejemplo de esto son las noticias falsas propagadas en redes sociales o las disculpas defensivas que evaden desde la lógica la responsabilidad.


Esta narrativa es ampliamente utilizada por el "bully", algunos influenciadores o el que le gusta hablar más alto porque sienten el deseo de opinar, con o sin conocimiento. Normalmente carecen de verdades o las verdades son a medias y buscan crear impresiones o likes más que generar una conversación o pensamiento crítico basado en hechos reales. (Porque esto implica trabajo y tiempo)


Pero, algunos podríamos preguntarnos: ¿de qué nos sirve preocuparnos por esto si al final la impresión es la que define la percepción de la realidad? Es decir, nuestro cerebro asume la realidad desde lo que percibimos y no necesariamente desde lo que es cierto.


Pues bien, en un mundo cada vez más influenciado por la inteligencia artificial, nos debemos preocupar (no angustiar ni estresar) porque tarde o temprano la ilusión se desvanece y nos veremos enfrentados a verdades que no sabremos gestionar. Cuando nadie asume la responsabilidad por miedo a la verdad, ¿a quién le creemos? Si todos justifican su accionar desde la lógica defensiva, ¿a quién seguir?.


Me declaro humana, no me lo sé todo y nunca lo podré saber todo; sin embargo, me declaro curiosa, ávida de hacer preguntas, de ampliar mi perspectiva, de conocer otros puntos de vista, de reformular y cuestionar mis ideas y creencias fijas. Desde esta humanidad, siento que puedo comenzar a preguntar más y a afirmar y juzgar menos porque nunca tendré la verdad completa, sólo la intuición para sentir dónde está y eso, mis queridos lectores, no lo tiene la inteligencia artificial.


Así que mi invitación de hoy es a poner atención a la narrativa que utilizamos para juzgar u opinar sobre un problema o un conflicto. Si hay demasiada confianza en lo que desconocemos pero afirmamos o juzgamos, es una oportunidad para comenzar a hacer preguntas porque de lo contrario, con el tiempo no sabremos diferenciar la realidad de la ficción.








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