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En mi opinión, la culpa y la pena son necesarias en su justa medida para darle equilibrio a la excusa y al cinismo. El balance es el ideal. La homeostasis. Pero en un mundo en el que el éxito es celebrado y el error es rechazado, no existe el espacio para el aprendizaje. Lo vemos en los colegios y las organizaciones. En el papel, aprender del error es la base del crecimiento personal, en la realidad, entre más homogéneos seamos más seguros se sienten los líderes o profesores que nos "guían". Para ellos, que cargan con la presión de los resultados, resulta menos demandante dar instrucciones que enfrentar opiniones o corregir errores. Los líderes o no tienen tiempo para ello o temen a ser definidos como el error.
Y es el miedo al error o al fracaso lo que nos está llevando inexorablemente a ese lugar que tememos porque en estado de alerta no podemos re enmarcar las situaciones lo que nos lleva a buscar con más ansiedad el refugio de los extremos. En esta realidad, la posibilidad del balance se convierte en una posición “floja”, “tibia” o “apática” que es la clara señal de nuestro miedo a conciliar, a aprender, a acercarnos al error con mayor compasión, a soltar el control.
¿Por qué no darle una oportunidad a un punto medio?
Porque en la mente del que está luchando una guerra, no hay puntos medios y todos, sin importar la raza, la condición social o nuestra procedencia, estamos en una guerra cuyo origen y propósito desconocemos. Es un guerra en la que nos ponemos todos los días un uniforme que oculta lo que realmente somos, en la que salimos a batallar en un campo no minado, en la que el tiempo es nuestra mayor amenaza y los seres humanos que nos rodean y nos ven en las redes sociales son nuestro mayor juez. Es una guerra que nos ha llevado a adoptar el rol o de perseguidores, de víctimas o salvadores sin permitirnos salir de ese ciclo del drama que nos lleva a perpetuar inconscientemente nuestro miedo.
La buena noticia ante esta realidad es que existe un camino diferente pero requiere de valentía, determinación y atención. Significa decidir ir a ese punto medio no necesariamente para quedarse ahí, sino para ganar una nueva perspectiva. Es el permiso que nos damos para no necesariamente vernos como la víctima o el perseguidor, sino para entender que entre los extremos hay aciertos y errores, hay oportunidades y barreras, hay perdón pero también responsabilidad.
Más allá de lo que se discute hoy sobre el clima, las guerras en Palestina y Ucrania, la política y la inteligencia artificial; podemos conversar sobre nuestros miedos y nuestra tendencia a dejarnos llevar por los extremos. Encontrar un punto medio para encontrarnos como humanos, sin uniformes; donde nos sintamos seguros de no ser atacados o juzgados por nuestras opiniones o ideas; donde el tiempo no sea un verdugo sino el contenedor de nuestro aprendizaje y florecimiento. Donde podamos parar de hacer y comenzar a ser.
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