Las disculpas defensivas siempre vienen cargadas de lógica porque se fundamentan en un procesamiento de la mente nutrido de creencias y patrones de comportamiento arraigados en nuestra identidad. En un conflicto, por ejemplo, las disculpas defensivas se soportan en la lógica. Quien ataca, parte del las razones que motivan el ataque, no importa si las razones son válidas o no para el atacado. Quien se defiende, lo hace sobre la lógica de reaccionar ante el ataque: lo que justifica su defensa es que lo han atacado.
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En el trabajo, usando otro ejemplo, llegar tarde a una reunión puede desencadenar una serie de disculpas defensivas que
se soportan en la lógica que justifica el retraso: "me quedé dormido pero casi nunca me pasa"; "tengo derecho a llegar tarde algunas veces"; "si los demás llegan tarde, yo también"; "no me importa llegar tarde porque no tengo nada que aportar"; etc.
Las disculpas defensivas se arraigan en las culturas organizacionales en las que se confunde la inteligencia con el intelecto y donde el intelecto prima sobre la inteligencia. Mientras que el intelecto celebra y aplaude la lógica de decisiones que benefician a pocos o comportamientos que perpetúan la desigualdad; la inteligencia celebra la intuición en decisiones en las que hay responsabilidad por encima de la lógica que justifica la reactividad, resistencia, oposición u oportunismo.
Un ejemplo de la diferencia entre la inteligencia y la lógica defensiva es cuando un supervisor nuevo llega a un equipo en el que se siente rechazado y no escuchado.
El supervisor desde la lógica defensiva puede encontrar cientos de razones para cambiar al equipo y contratar uno nuevo (el camino de las disculpas defensivas siempre es el más fácil y rápido). Desde la inteligencia, puede empoderarse de su miedo al rechazo y explorar con mente abierta cómo aprender del equipo para liderarlo y, en el camino, apropiar un nuevo set de habilidades que antes no tenía, así le tome más tiempo.
Existen líderes expertos en la lógica defensiva que perpetúan equipos insolentes que justifican sus comportamientos en razones que se encuentran muchas veces por fuera de la moral o que agotan a sus equipos por generar en ellos disonancias que les impiden continuar justificando sus acciones. Llegan a ser líderes porque su propio estado de supervivencia los impulsa a llegar a ese rol en contextos de supervivencia.
Los líderes que cultivan la inteligencia trabajan en desarrollar su capacidad de dejar ir la lógica defensiva, principal escudo consciente o inconsciente para proteger lo que creemos cierto en nosotros y en nuestro entorno, saben poner límites para honrarse y honrar a los demás y florecen en contextos donde la supervivencia (escasez) no es la fuente del éxito, sino la creatividad y la imaginación (abundancia).
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