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El sonido de la constancia

Foto del escritor: carolinagamboa3carolinagamboa3


Si la constancia generara un sonido diría que es como el de la olas.


Estoy en Barú, un corregimiento ubicado a una hora en lancha o 90 minutos en carro desde Cartagena en el Caribe Colombiano. Frente a mi hay un manglar, un tipo de arbusto que crece en agua entre dulce y salada. A lo lejos suenan las olas y una canción que habla de amor.


Me siento a escribir mi articulo semanal y me detengo a pensar sobre qué escribir, porque como es usual en mi proceso creativo, me dejo guiar por mi intuición en lugar de predeterminar los contenidos que exploro. Recuerdo que el pasado 31 de diciembre como parte de una actividad familiar, la palabra que eligieron al azar para mi fue la CONSTANCIA. Entonces viene el sonido de las olas, que no termina, que perdura día y noche, que es la manifestación sonora de fuerzas invisibles como las corrientes profundas y la gravedad de la luna o fuerzas visibles como las tormentas y huracanes.


Como soy curiosa, me pregunto si la constancia también tiene fuerzas ocultas y visibles. Lo primero que me sorprende es que pienso inmediatamente en la motivación. Una fuerza interior que mantiene encendida nuestra voluntad para hacer las cosas. Luego pienso en la determinación, una fuerza que nos da la valentía para no dar excusas a la hora de hacer aquello que queremos o con lo que nos hemos comprometido. Por ultimo aparece en mi mente la claridad, una fuerza oculta que nos permite ver el resultado de la constancia, así no lo tengamos ahora.


Pero también reconozco que hay fuerzas visibles. La familia y los amigos. Esas personas que encienden nuestro fuego, que nos ayudan a recordar que somos capaces y somos suficientes. La pausa. Ese momento en que detenemos nuestra cotidianidad para recordar en una caminata, una respiración, unas vacaciones, para qué estamos haciendo las cosas. Dormir bien, ese regalo de la evolución que nos habilita para enfrentar la vida con energía, voluntad y gratitud.


Estoy en Barú porque soy amiga de una Fundación a la que me gusta apoyar con talleres para la comunidad. Es una comunidad resiliente a pesar del olvido del estado, invisible y explotada por el turismo que cree que Barú sólo son sus playas, amarrada a un pasado de mafia y narcotráfico. Pero la constancia florece en este lugar del mundo en mujeres artesanas quienes, como las olas, insistentes y constantes, están transformando su vida y la de quienes las conocen.


Mañana regreso a Bogotá con la inspiración que he recibido de estas mujeres que deciden ser las olas y su sonido. Regreso sabiendo que si ellas pueden ser constantes, yo también. Gracias Delfi, Iris y Erli.






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